Al volver del trabajo, un hombre fue recibido por su hijo pequeño, que, con ojos de admiración y voz tímida le preguntó:
-Papá, ¿cuánto dinero ganas por hora?
El padre, sorprendido e irritado a la vez, contestó:
-Hijo, eso no lo sabe ni tu madre. Estoy cansado, no me molestes.
- Pero, papá -insistió él-, ¿cuánto dinero te dan por una hora?
El padre, con el objetivo de que le dejase tranquilo, replicó con voz fría mientras se daba la vuelta:
-Ocho euros. ¿Contento?
El niño, efectivamente satisfecho por haber obtenido respuesta, le siguió y preguntó:
-Papá, ¿me puedes dar tres euros?
¡Así que era eso lo que quería! ¡Pedirle dinero! Esta vez verdaderamente enfadado, se giró brsucamente y le gritó:
-¡Pues claro que no! ¡Ve ahora mismo a dormir a tu cuarto!
El niño obedeció. Cuando el padre también se acostó, se quedó reflexionando sobre lo sucedido y pensó que había sido demasiado duro con su hijo. ¿Y si necesitaba alguna cosa...?
Levantándose, tomó tres euros y fue al dormitorio del niño. Se acercó y, tras comprobar que estaba despierto, le pidió perdón y le entregó el dinero. Muy contento, el niño metió la mano debajo de la almohada y sacó un billete de cinco euros mientras exclamaba:
-¡Qué bien, papá! ¡Ya lo he completado! ¿Me puedes dar una hora de tu tiempo?
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